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El cine policíaco o policiaco es un género fílmico que se entiende inició con Histoire d'un crime, de Ferdinand Zecca en 1901. El argumento tiene generalmente una estructura sencilla, con introducción, desarrollo y desenlace. Usualmente al comienzo se ofrece al espectador los antecedentes de un grave crimen, acabando esta parte cuando efectivamente se comete dicho acto criminal y se arma el suspenso.

El nudo de la historia pasa a ser la dura lucha de los estamentos policiales, normalmente a cargo de un duro y experimentado policía, contra quienes cometieron el delito. Finaliza tradicionalmente con la detención, o también muy frecuentemente con la muerte de quien violó la ley. Este género está íntimamente ligado por tema y muchas veces estética con el cine negro y el cine de gángsters.

El cine negro y policial, que recibe influencias estilísticas del expresionismo, el realismo y el realismo poético francés es, a su vez, fuente de influencia para otros géneros que ven en el thriller un vehículo de expresión óptimo, caso de muchas películas que podemos encuadrar dentro del cine político, que adoptan la forma narrativa y estética del cine negro. Para Hueso Montón,

“quizás ha habido pocas corrientes cinematográficas que hayan conseguido de forma tan clara una fusión entre los planteamientos temáticos y estéticos, por lo que no puede extrañarnos que quedara ‘codificada’ dentro de la historia del cine y se convirtiera en punto de referencia obligada y modelo para muchos cineastas posteriores” -Hueso.

La evolución del detective en el género

El detective, como decimos, es el ingrediente primario de toda narración policíaca por su relación directa con el factor característico de este tipo de literatura: la investigación. Este género relaciona estrechamente ambos elementos: la narración policíaca es la narración de una investigación y el detective es aquel que la conduce. Por lo tanto, policíaca es toda aquella narración en la que se da un proceso de investigación de un hecho criminal, sea real o aparente.

El detective cura la herida social que el crimen simboliza. Recompone el desorden que el crimen ha desencadenado. Su objetivo es el retorno del orden, del orden mental por medio de la verdad, y del orden social por medio de la justicia. El detective distingue perfectamente entre la justicia de los hombres, codificada en leyes, y la idea de justicia, que atiende a una noción ideológico-moral, por eso en algunos casos no entregará al culpable a las autoridades, en otros se tomará la justicia por su mano a sabiendas de que las leyes protegerán al culpable y saldrá impune y en los menos se negará a investigar el caso, por lo que tendremos un relato de aventuras policiales y no una narración policíaca.

Como decíamos, en la literatura policíaca ambos desórdenes, el mental y el social, suelen estar entrelazados. El caso más representativo de narraciones de este tipo serían aquellas que corresponden al subtipo “recinto cerrado”, pero en ocasiones su función será tan sólo recuperar, hacer retornar el orden mental: nos encontramos entonces con una literatura policíaca blanca, sin crimen, ni criminal, originada por un desorden no criminal y que, sin embargo, por su carácter deductivo, relacionamos sin duda con lo policíaco: es el caso de relatos tan magistrales como La aventura de las monedas del presidente de Ellery Queen o El problema de la celda número 13 de Jacques Futrelle; y, al contrario, otras veces la función del detective es el retorno del orden social sin más. Es lo que sucede en aquellas ocasiones en las que tal desorden no ha coexistido con el mental; en estos casos la función del detective no es tanto conocer, deducir, como acorralar, perseguir, capturar, castigar.

Sacerdote, místico, sagrado. Siempre, o casi siempre, genial. El detective se erige en representante de la sociedad, y ésta y el lector hacen de él delegación de sus poderes. Es siempre percibido como un individuo excepcional, cuyos poderes le han sido otorgados por las víctimas de una sociedad que está en guerra con sus enemigos. Es un héroe, es el depositario de los valores sociales, morales y jurídicos de una colectividad. Y, por tanto, dice Auden, debe ser el representante oficial de lo ético o el individuo excepcional que está en estado de gracia.

 

En el primer caso será un profesional, en el segundo, un amateur. En cualquier caso, el detective debe ser completamente extraño, ya que no debe verse envuelto en el crimen. Viene de fuera. Será distante, excéntrico, maniático, extraño. Su rival, aquel que ha sido capaz de matar, también lo es. Su excepcionalidad es su culpabilidad. Ambos han de estar a la misma altura. Evidentemente estamos hablando de un tipo concreto de detective: el que hace el género, el mito que crea el género, el que se constituye en el primer modelo.

Rasgos de la novela y el cine policíaco

Pasemos ahora al análisis de los rasgos modernos y posmodernos que el cine policíaco comparte con la literatura, así como a las preguntas que surgen al hilo de este análisis.

Es evidente que la novela policíaca, nacida en el siglo XIX, es decir, en plena Modernidad, participa de las características atribuidas generalmente a este movimiento ideológico-cultural. Características que, como es natural, se aplican exclusivamente a la novela-problema, la primera en nacer y correspondiente al periodo mencionado, y que pueden sintetizarse o explicarse desde una visión del mundo como un enigma a resolver o un laberinto cuya salida debe buscarse, es decir, un mundo problematizado, o bien como una "razón fuerte" que puede encontrar el sentido de dicho mundo.

 

Adviértase que en este planteamiento coexisten la sospecha -que problematiza el mundo- y la confianza -que entroniza la razón del sujeto-: nos situamos en una época en la que se está resquebrajando el mundo ilustrado, pero en que se confía aún en la ciencia como instancia que puede explicar los enigmas físicos, considerados a su vez como únicos enigmas en un mundo positivista.

No obstante, en su evolución, la novela policíaca va a atravesar la posmodernidad y a adaptarse a los esquemas o adoptar los elementos ya tradicionales de la cultura posmoderna, que a su vez pasarán al cine. Pero antes de enumerar dichos elementos o modulaciones conviene hacer una precisión no por evidente menos importante: se trata del hecho de que sea precisamente la "construcción fuerte" de la novela policíaca la que posibilite la ulterior "construcción débil". La ductilidad de la novela policíaca se basa paradójicamente en que su estructura es rígida:

1. Presentación el la que un detective (o policía o amateur) busca resolver un enigma y atrapar a un criminal

2. Nudo (investigación propiamente dicha)

3. Desenlace, en el que se resuelve el enigma y se da captura al criminal.

Esta rigidez constructiva primaria, propia de un género en sus orígenes popular, ofrece unos códigos que el lector conoce y desde los que puede partirse para subvertir ese mismo género de forma que el lector perciba claramente la transgresión y finalidad del cambio. Este hecho, no tan visible en la alta literatura, constituye también el fundamento del potencial innovador en la novela y el cine policíacos. Así, en una película neo-noir que incluya, por ejemplo, un problema de integración social (véase Taxi driver, de Martin Scorsese, 1976), éste será percibido de modo especialmente agudo. Parece, por otra parte, como si la propia lógica del funcionamiento de la novela policíaca conllevara su negación o transformación.

La producción del género

Como puede apreciarse en el siguiente gráfico de producción del género, el pico más alto se da en 1955 con 17 películas sobre un total de 61 filmes producidos ese año, lo que representa nada menos que un 27,8% de toda la producción anual. El segundo lugar en porcentaje, aunque no en números absolutos, lo ocupa 1950, ya que las 8 películas producidas representan el 17% del total de la producción. El tercer lugar está representado por 1959, con un porcentaje del 14,7% de películas del género sobre un total producido de 68.

 

Estos picos se producen al comienzo de la década, en la mitad y al final de la misma, pero la producción de cine negro y policíaco se mantiene, ya que en ningún caso baja del 9% del total de producción, que es el porcentaje más bajo obtenido en 1956.

A partir de la propuesta de clasificación podemos decir que el cine negro y policíaco de esta década en España es rico en temas, si bien la figura del detective privado es inexistente, al menos tal y como lo entendemos a partir de la producción norteamericana de los años cuarenta; como su carácter y misión lo hacen imposible en estos momentos, “ambiguo y de métodos discutibles” (Medina), supondría una puesta en duda hacia la labor de los cuerpos policiales. Por la misma razón tampoco es posible el policía justiciero, puesto que no puede mostrarse “la ineficacia o la corrupción policial” (Medina).

Un rasgo característico del cine negro y policíaco es sus destacadas bandas sonora donde sobresalen melodías de tensión e intriga. Un claro ejemplo es la siguiente muestra de la conocida película del género ''Harry, el sucio''. Esta cinta destaca por su gran composición de planos provocando una tensión constante, y, sobre todo, su música, compuesta por diferentes toques tétricos y oscuros, con giros inesperados en las canciones.

El relato policíaco, entendido de una forma amplia y abarcando todos sus subgéneros o evoluciones según el momento histórico, ha sido uno de los géneros más aceptados por el público, y si revisamos los nombres de la historia del cine, podemos encontrar muchos títulos dirigidos por los grandes maestros. El cine negro y policial, que recibe influencias estilísticas del expresionismo, el realismo y el realismo poético francés es, a su vez, fuente de influencia para otros géneros que ven en el thriller un vehículo de expresión óptimo, caso de muchas películas que podemos encuadrar dentro del cine político, que adoptan la forma narrativa y estética del cine negro.

Para Hueso Montón, “quizás ha habido pocas corrientes cinematográficas que hayan conseguido de forma tan clara una fusión entre los planteamientos temáticos y estéticos, por lo que no puede extrañarnos que quedara ‘codificada’ dentro de la historia del cine y se convirtiera en punto de referencia obligada y modelo para muchos cineastas posteriores”.

Copyright: Herminia Rubio y Lidia Velázquez

Página sobre cine con finalidad académica.

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